lunes, mayo 28, 2007

Continuidad en los parques

Cortázar.
Hay algo en los cuentos de Cortázar que me atrapa... espero que a ustedes también les guste y lo disfruten.
Tengo en mente un tremendo cuento para la próxima subida.
Saludos a tod@s
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Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestion de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirian color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subio los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oidos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

jueves, mayo 10, 2007

La historia de Herald, el escritor de horóscopos

Haciendo un respaldo en mi computador, encontré un cuento que hice y que no tenia niuna memoria de haberlo hecho... es raro leer algo tuyo sin saber si lo es. Esta extraña experiencia me quitó completa objetividad, y no se si no subí el cuento por que es malo o por otra razón... sin embargo lo subo igual, total.... acá no me pueden pifiar (y si ponen feos comentarios los puedo borrar, jajaja).
Dejo con ustedes entonces esta rareza escrita hace 1 año ya. "Disfrutenlo" si es que pueden
Diego
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La historia de Herald, el escritor de horóscopos

Miércoles 8 am, suena el despertador.

Herald como siempre se levanta, va por vaso de jugo de naranja, se come unas tostadas con huevo que el mismo se prepara y a trabajar.

Herald es periodista, tiene 31 años y dejó su pega hace un tiempo por que lo estresaba demasiado. No tenia tiempo para nada, y estaba completamente aburrido de su estilo de vida… pero ganaba bien, y por eso se quedó tanto tiempo, hasta aquel día que decidió hacer la primera gran locura de su vida, dejar un puesto prometedor en el banco, con el cual había ahorrado bastante, y dedicarse a hacer los tan famosos horóscopos.

Descubrió que tenia ciertas facilidades en el asunto… el nunca creyó en la veracidad de los horóscopos ni en verdad mística-astrológica nacida de ellos, sólo creía que a partir de estos podría hacer anónimas recomendaciones generales y así ayudar a mucha gente que suele creer en esas cosas.

Al principio no le fue fácil, debió revisar muchos horóscopos y comenzó mezclando frases de varios antiguos para hacer los nuevos. Con el tiempo fue perfeccionando su técnica, e increíblemente se sorprendió poniendo los mejores consejos para su signo; Tauro. En todo caso, el se reía de todo eso.

Pasó el tiempo, y a medida que la gente comenzó a felicitarlo comenzó a entender que el efectivamente era para eso. Terminó así escribiendo los horóscopos de varias revistas importantes (e incluso de un par de diarios) cambiando su apodo, naturalmente, para no ser descubierto.

Herald comenzó a darse cuenta con el tiempo que ya no era tan fácil escribir los horóscopos… al menos para alguien tan riguroso como el. Sentía que no podía engañar a la gente, que repetir era engañar al lector. Que cada predicción era una pequeña obra de arte, que cada persona que lo leyera se vería, en mayor o en menor medida, influenciada por esta. Es así como Herald empezó a sentir angustia en las noches. Dormir tranquilo ya era solo un lindo recuerdo. A fin de cuenta, ¿Quién puede dormir tranquilo con tal responsabilidad?

Herald comenzó a leer las noticias, y a averiguar de que signo eran las personas que se suicidaban. Le carcomía la idea de que algo que el hubiese escrito hubiese detonado alguna decisión por el estilo. Pensó mil veces en renunciar, pero no sabía que le pasaría a la gente sin su ayuda, no los podía abandonar. El mundo estaba en sus manos, y es así como el estaba en las manos del mundo, acorralado, agotado.

Cada momento que pasaba Herald notó como perdía su libertad, su fuerza. Estaba raro, ya no hablaba con nadie, se empezó a llevar mal con la gente, estaba cansado, pero no tenía ni veía alguna salida.

Mientras se comía su pan con huevo, pensaba en como trataría el jueves a acuario, en que le diría a leo, y que haría con el maldito libra. En medio de todo esto sonó el teléfono, contestó, escuchó y saludó, era su jefe.

-ahá… claro

-ok, no hay problema, por mi no se preocupe..

-noo, le juro que no estoy molesto, ya encontraré algo, estas cosas pasan.

-Si, se lo mando al medio día, voy a buscar el cheque el martes, no problem. Bye.

Cortó el teléfono y empezó a reír. Era un lindo miércoles de septiembre, ideal para una caminata, pensó. Llamó a su mejor amigo, con el cual no conversaba hacían ya 4 meses.

-Vamos a tomarnos un café, a donde íbamos siempre…

-Que??Cerró?? Chucha, que tiempo sin vivir… te voy a buscar y de ahí te cuento, tranquilo.

-Si tengo que hacer los horóscopos?? Jaja, no filo, alguien los hará por mí. Tengo tiempo hoy. Nos vemos, baja en 15 minutos. Chau

Fue así como dejó el computador prendido, el vaso a medio tomar y el pan casi entero, y fue por un café… y bueno, unas tostadas con huevo, pero que esta vez, el no pensaba hacer.

viernes, mayo 04, 2007

Eso sí

Tuve mucho tiempo botado este blog... mi gusto por los Kuentos obviamente sigue intacto, pero debo admitir que lo dejé por la falta de motivación... como nadie postea, pense que nadie lo leia, y por muchos intentos de atentar contra mi "falso-ego", terminé rindiendome ante tal desaire... hasta que hoy un amigo Kuentero me dió la solución... me vestí de computín y le instalé un maldito contador de visitas... la verdad es que (muy sinceramente) no espero muchas visitas, ya que este blog lo conocen pocas personas... simplemente será una herramienta útil para saber que alguien lee esto... con eso me basta.

El kuento que verán a continuación es de Pedro Alberto Zubizarreta, Argentino y ganó una Mención honorífica del «Concurso de Cuento Corto Latinoamericano» convocado por la agenda Latinoamericana 2004, que fué otorgado y publicado en la agenda Latinoamericana 2005.


Espero les guste y nos veamos más a menudo. Saludos a tod@s
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Eso sí

El Cholito se muere. El Cholito se va. La enfermedad lo atraviesa de lado a lado. Cinco años tiene. Cinco escasos años y la vida ya lo quiere dejar. Ahora no sufre. Ahora no. Está medio dormido, eso sí. Es por la medicación que le dan los doctores para sacarle el dolor. Junto a la cama del Cholito están los padres derramando lágrimas que se abrazan y corren juntas. El Cholito tiene la panza hinchada y le cuesta respirar. Cuando el Cholito empezó con el dolor en la pierna les dijeron que no era nada. Varios médicos lo miraron. Lo miraron un poco por encima, eso sí. Pero qué puede uno hacer, si los hospitales están sin recursos y el papá del Cholito perdió la seguridad social cuando se quedó sin trabajo. Lo llevaron a un médico privado, que sólo lo atendió cuando reunieron el dinero para pagar la consulta por adelantado. El médico privado tampoco lo examinó demasiado. Diagnosticó “dolores del crecimiento”, eso sí. Todo crecimiento va acompañado de dolor, todos menos justamente el que aludía el facultativo. El crecimiento de los huesos no duele. Pero qué puede saber un padre que apenas completó tres años de la enseñanza primaria. Qué le puede exigir a un médico que pasó por una universidad y salió de ella más miope y egoísta que cuando entró. Nada, sólo agacha la cabeza y acepta. Aunque el Cholo se haya seguido quejando, sin poder dormir a la noche, eso sí. El tiempo fue pasando y el dolor en aumento, acompañado por hinchazón en la rodilla. Artritis, les dijeron. El “güesero” del pueblo le quiso acomodar la rodilla, pero se le fracturó el fémur en el intento. Entonces llegó el momento de viajar a la gran ciudad. El Cholito en un grito con cada cimbronazo del autobús. El viaje largo. La llegada a Buenos Aires, con su multitud anónima hirviendo en la Terminal de Ómnibus. Finalmente llevaron al Cholo al Hospital grande. Los médicos estaban serios, mirando placas radiográficas de la rodilla y del tórax. Le practicaron una biopsia. Después vino un médico a hablarles de la enfermedad, que era maligna y se había desparramado por los pulmones. No respondió al tratamiento de quimioterapia y el Cholo empeoró. La pierna se hinchó como un zapallo.

Cholo, Cholito, no te morís solamente de cáncer, también te morís de analfabetismo, de miseria, de desnutrición, de marginalidad. Te morís de injusticia. Te morís de deuda externa. Te morís de anonimato. Te morís de tan pequeño. Te morís aplastado en las vías del desarrollo. Te morís de intereses ajenos. Te morís de extremo sur. Te morís, eso sí.