miércoles, septiembre 07, 2005

De un día feliz en Manhattan, a fines de siglo

Estimados;

A continuación un cuento que Pato Navia me mandó desde el añorado N.Y. (Nada como el Central Park) Saludos desde acá y gracias por el aporte. Diego

De un día feliz en Manhattan, a fines de siglo
Pato Navia

Hoy se cumple un año del arresto de Pinochet, te digo, al verte y luego me doy cuenta que muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, me acordaré de éste sábado, cuando me habrías de llevar a conocer el hielo.

Si pudiera pintar algún óleo para ti, lo haría contigo sentada detrás de ese escritorio, como bibliotecaria de sábado de la colección de arte de la New York University en el tercer piso del Main Building. Tendrá que ser en otoño y tú tendrás que vestir algún sweater amarillo, pantalones negros y algunos calcetines multicolores. Llevarás el pelo corto, negro, y en el fondo tendrá que aparecer el director de la biblioteca que a estas alturas debería haberse dado cuenta que nadie salvo yo llega los sábados por la tarde a ese lugar. Y yo te voy a buscar a ti, no los libros que me haces leer mientras espero que de la hora para cerrar.

Te comento lo del óleo inmediatamente después de decirte lo de Pinochet, pero te preocupa más la comida que he traído. ¡Hay feria!, dices al ver que junto al usual emparedado de pavo con tomate y lechuga, traje una crepa de queso y jamón. ¡Se dice crepes,! me corriges. Y entonces te explico que los mexicanos dicen crepas, y que los mexicanos son el país de habla hispana más grande del mundo y que por lo tanto la forma en que lo digan ellos es cuando menos relevante y no debiera ser invalidada tan gratuitamente por alguien como tú. Podría haber añadido que nos conocemos gracias a un mexicano, que gracias a que una mexicana salió de mi vida me vine a vivir a Nueva York, que si no fuera por mi interés en la política mexicana, jamás hubiéramos hablado. Pero a estas alturas, tantos encuentros después del primer encuentro, volver a los inicios me parece excesivo, un atentado a la liviana cotidianeidad de este sábado de tarde.

Por cotidiano precisamente es que sé que algún día he de añorar esta tarde. Entonces diré que ese sábado de octubre en Nueva York, cuando se celebraba un año del arresto de Pinochet, fui feliz.

No vivimos en una obra de teatro, me dijiste, mientras comías tu crepa de queso, y yo discrepé, pero decidí que la obra de teatro, la tragedia de la vida, tendría hoy el mejor capítulo, el más inolvidable, el que ameritara que cuando ya viejo y del siglo pasado, cuarenta años después, éste sábado se alzara como momento cumbre, como tarde inolvidable, como evidencia inobjetable que validara la declaración que habría de hacer: en 1999 fui feliz.

Tus crepas de queso, la indulgencia de volver a la feria después de que cerraste la eternamente vacía biblioteca de arte, la crepa de chocolate que comimos juntos en el Washington Square Park en la que seguramente sería la última tarde de sol de ese otoño, la conversación sobre todos los temas irrelevantes de que se hacen las tardes de sábado en Nueva York cuando uno es feliz y la máquina fotocopiadora que no quería trabajar y que al final sirvió de excusa para que nos conectáramos en un abrazo innecesario cuando comenzó a reproducir artículos--que seguramente perdurarán mucho más en el tiempo que esta carta--que jamás podrán decir que hicieron a nadie tan feliz como me sentí hoy comiendo crepas de queso contigo y acompañándote hasta Union Square cuando oscurecía en la ciudad.

Y ahora ya eres mía y yo soy tuyo, pensé, imitando a Neruda, sin la menor melancolía de saber que jamás podré decir con Borges: he cometido el peor de los pecados, no fui feliz.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Despues de la foto de la Manu... y ahora esto....es un tierno el... Creo que me uno al club

1:53 p. m.  
Blogger matias said...

mmmm... en verdad mi opinión es que el cuento es un poco intelectualoide... hay referencias que siento no tienen mucha lógica dentro del cuento mismo. Osea, a mi me gustan más los cuentos en donde pasan más cosas y se piensa menos.

10:42 p. m.  

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